Claudio Acosta, en su columna “Lo Que se Dice” del pasado día 8 de este diario, con aguda visión, se extrañaba de cómo hay...
Claudio Acosta, en su columna
“Lo Que se Dice” del pasado día 8 de este diario, con aguda visión, se
extrañaba de cómo hay tantas vacilaciones e irresponsabilidades con el
asunto de los metales robados, fundidos y exportados en especial a China
y la India provocando, en los organismos que le dan seguimiento a las
exportaciones, un orgullo para destacar que esos materiales desguazados
son parte de un renglón importante como generador de divisas.
Nunca se habían visto tantas
irresponsabilidades, complicidades y ocultamientos entre autoridades y
delincuentes, para extender una sombrilla protectora de impunidad hacia
una actividad que ya llegó al colmo, no solo de desestabilizar las
torres eléctricas, sino emprenderla en contra de los cables de sostén
del puente Duarte, para llevarlo a un punto de colapso, sin que
aparezcan culpables, y si aparecen, no duran encarcelados lo que una
cucaracha en un gallinero.
Desde hace años, el robo de
estructuras y artículos ferrosos, como tapas de imbornales de hierro
fundido, son parte de un negocio que comenzó tímidamente, arrancando las
letras de bronce de los residenciales y torres para ser recicladas por
las fundiciones; luego, la emprendieron con mayores recursos y mayor
apoyo oficial, en contra de los puentes y de las vías férreas
abandonadas de los ingenios clausurados.