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¡CUANDO DEJAS DE SER UN ÍDOLO!

Por: Prof: Daygorod Fabián Sánchez Es costumbre en este país que los ídolos, en sentido cotidiano, sean figuras que todos queremos...


Por: Prof: Daygorod Fabián Sánchez

Es costumbre en este país que los ídolos, en sentido cotidiano, sean figuras que todos queremos imitar, admiramos y deseamos por sus cualidades únicas e inimaginables. Un ídolo tanto para mí como para muchos dominicanos fue Samuel Kelvin Sosa (Sammy). Oriundo de Consuelo, San Pedro de Macorís, inició su carrera profesional con los Rancheros de Texas. Recordamos su cabello largo y su estilo rebelde, algo que era muy común en ese entonces.
Luego pasó a los Medias Blancas de Chicago y sin cambiar de ciudad, pero sí de equipo, fue contratado por los Cachorros donde efectuó sus grandes años, memorables e históricos. Su lucha contra Mark McGwire lo catapultó como uno de los que levantaron el Baseball de esa época. Pero lo que quiero decir de nuestro querido Sammy es como su lejanía de los estadios y el olvido de sus raíces humildes ahora lo han catapultado como uno de los ex peloteros más repudiados de la bolita del mundo.
Hay cosas de nuestra niñez que nunca quisiéramos recordar (hambre, Penurias, dificultades) pero hay algo muy importante que debe ser perpetuado siempre: NUESTRAS RAÍCES HUMILDES. Olvidarnos de las personas que crecieron junto a nosotros es letal para nuestra paz espiritual y emocional. Echar un vistazo a una fiesta celebrada en Dubai, con trajes de miles y miles de dólares. Donde no haya un amigo de infancia, solo grandes celebridades que su ego no les permite tener amistades de otra clase social que no sea la oligarquía, es repugnante cuando de donde salimos hay miseria y hambre. Gastar 50 mil dólares en una fiesta solo para satisfacer el subconsciente que nos hace creer superiores, eso no es ser ídolo sino idolatra. Claro cada quien es dueño de sus actos y tiene legítimo derecho de gastar el dinero en lo que considere su satisfacción.
NEGARNOS A NOSOTROS MISMOS. Si no tenemos alguna dificultad de salud, debemos aceptarnos como somos: flacos, gordos, negros, blancos, altos, bajitos. La obra de Dios es perfecta. Empecinarnos en querer cambiar lo que somos solo nos trae buenos comentarios de los amigos falsos, pero en el fondo sabemos que no somos lo que en verdad éramos.
Me da pena que quien fue el más querido sea solo uno más, que suena en los medios no por su humildad sino por su forma arrogante de querer ser algo que no es. Espero algún día volver a ver al Sammy del 1998.