Por Daygorod Fabián Sánchez El Autor es Educador y Comunicador Social de Villa Vásquez Cuando a la periodista Irene Orce se le pre...
Por Daygorod Fabián Sánchez
El Autor es Educador y Comunicador Social de Villa Vásquez
Cuando
a la periodista Irene Orce se le preguntó sobre la ambición está se limitó a
contestar: “Un hombre no es desdichado a
causa de la ambición, sino porque ésta lo devora”, citando a su vez a
Montesquieu.
En
el periódico “La Vanguardia” se escribió un artículo muy interesante, del cual
extraigo el siguiente fragmento: La
ambición está hecha del mismo material con el que se tejen los sueños. Nos
impulsa a fijarnos metas que nos ilusionan y retos que, a priori, parecen
imposibles de alcanzar. Es un poderoso motor que desafía la lógica y la razón.
Quienes se atreven a darle rienda suelta, son capaces de cambiar su realidad y
sus circunstancias. No en vano, es un poderoso agente de transformación. Y nos
puede aportar muchas cosas positivas. Alimenta nuestro espíritu de superación,
el inconformismo y la capacidad de soñar a lo grande. Nos invita a ir más allá
de nosotros mismos, despertando nuestro afán competitivo.
El
mismo periódico señala que la vulnerabilidad de la ambición estriba en que el
deseo de todo hombre – y más si es político - es despejado y visto en la
sociedad: el poder, el dinero y la fama. Lo significativo es examinarse uno
mismo, desde la óptica de la realidad, para obtener lo deseado con límites. Estos límites
son muy frágiles y fáciles de romper, debido a que el poder ciega la razón y
nubla los muros de contenciones frente a los excesos propios del ambicioso. Cito
un ejemplo: Napoleón fue un adalid ambicioso. Sus procuras, tendentes a
acumular más poder, fueron erróneas, según psicólogos esto se denomina “delirio
de grandeza”. Es un ejemplo de la ambición incontrolable.
La
espesura de estos escolios tiene una línea de nexo con la idea que desarrollaré
en este pequeño artículo. Los experimentos congresuales que se han realizado en
mi Provincia de Montecristi, han estado maculados por las ambiciones de naturaleza
personal y no han sido guiados por los intereses colectivos que supone debe
representar el parlamentarismo.
Desde
los ángulos de visión de los Anarquistas – como Ángel Cappelletti o Piotr
Kropotkin, por ejemplo – la representatividad es solo la anulación del poder
ciudadano. Pero hasta tanto ese sistema no sea disuelto, en sus orígenes las razones
que dieron lugar a su surgimiento fueron: Mayor representación del conjunto
social, mejor capacidad de respuesta frente a una crisis de gobierno y mayor
consenso en las decisiones.
Al
momento de no cumplirse ninguna de estas condiciones/ventajas la representación
parlamentaria entra en crisis. Precisamente este problema afecta la Provincia fronteriza
de la cual provengo, en esencia en lo concerniente a la Senaduría de la jurisdicción.
En
sistemas democráticos más avanzados el óbice de lo insulso ha sido superado con
respecto de las ideas y propuestas que deben acompañar al postulante y
aspirante a ocupar la curul en la Cámara Alta. La antípoda de las propuestas es
el clientelismo y el uso desmedido del dinero (en licitud o en ilicitud) para
persuadir a los electores de ejercer el sufragio sin auscultar ni la
procedencia ni las intenciones del dador alegre del dinero, en muchos casos
proveniente de negocios turbios o del erario público.
¿Cuál es el problema
real?
Si
tomamos como parámetro la abstención más los votantes inconformes, que
ejercieron el voto en contra de los actuales legisladores, en especial la Senaduría,
llegamos a la ineludible conclusión que éste o estos no representan a la mayoría
de los Montecristeños. De ahí el estancamiento en la viabilización del progreso
de una de las zonas turísticas con mayor capacidad de desarrollo.
Ante
la inexistencia del interés general es obvio que el interés que prima es el
personal. Como señalé al comienzo del escrito la ambición personal arropa la
mentalidad del (los) representante (s). Finalizo esta entrega, dejando algunas
preguntas que dan mayor sentido al inicio, desarrollo y final de las
acotaciones plasmadas acá.
¿Cuándo
dinero maneja el Senador y los Diputados por concepto de barrilito? ¿Le han
rendido cuentas a alguien sobre el manejo de esos recursos públicos? ¿Alguien
ha comparado la declaración jurada antes de llegar al congreso con los bienes
materiales actuales? ¿Bajo la gestión
senatorial y los posibles Proyectos de Ley externados, en que ha mejorado la
calidad de vida de los Montecristeños?