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¿Cuál es la mano que mece la cuna?

Por Néstor Estévez. Muchísimas veces nos habrá pasado que, estando la basura amontonada o la vía de acceso a nuestro sector en pésimas condi...

Por Néstor Estévez.



Muchísimas veces nos habrá pasado que, estando la basura amontonada o la vía de acceso a nuestro sector en pésimas condiciones, nadie dice nada al respecto. Entonces, de buenas a primeras, alguien comienza diciendo algo, eso se riega “como la yerba mala”, y de pronto todos estamos hablando sobre el tema.


Otras veces pasa que, como sin darnos cuenta, comienza a escucharse cierto rumor sobre un funcionario, una entidad gubernamental o una empresa, luego el tema se convierte en crisis y puede terminar de muy mala manera. A eso ha de añadirse que cuando a alguien le va mal es muy posible que a otro alguien le vaya bien.


¿Por qué ocurren esas cosas? Y una pregunta, quizás, más importante: ¿Para qué ocurren esas cosas? ¿Cómo influye eso en una sociedad?


Hace como medio siglo que unos estudiosos se hicieron esas y otras preguntas. Y, como suele ocurrir, de tanto preguntar y de querer encontrar, encontraron. Hallaron que, la gente acostumbra a “bailar la música que le pongan” o a “tragarse lo que le den”.


Maxwell McCombs y Donald Shaw, profesores investigadores, encuestaron a un grupo de votantes de Carolina del Norte durante las elecciones presidenciales de Estados Unidos de 1968. A ellos les llamó mucho la atención ese nivel de coincidencia entre lo que la gente pensaba que eran los temas más importantes y lo que los medios de comunicación habían indicado previamente.


Ellos publicaron los resultados de sus investigaciones en 1972, dando a conocer su teoría del establecimiento de la agenda (conocida como agenda setting). McCombs y Shaw encontraron que ese orden de contenidos es establecido por los medios de difusión masiva, marcando la pauta de lo que la gente suele asumir como temas de actualidad.


Ellos son reconocidos como autores de esa teoría de la comunicación masiva que describe la forma en que los medios de comunicación interactúan con el público al que se dirigen y la manera como lo afectan. Ellos explicaron que los denominados medios de comunicación cumplen un rol a modo de cedazo principal entre el público y su entorno.


Eso explica que un tema puede ser prioridad para un determinado sector, pero se le hace muy difícil trascender hasta que, por algún motivo, pasa a ser prioridad para alguien con incidencia en los grandes medios. Y al revés, que temas muy importantes, de un momento a otro, dejan de aparecer en esos medios.


Cuando McCombs y Shaw elaboraron su teoría había gran incidencia de los medios de difusión masiva. Es por ello que editores, personal de redacción y las emisoras jugaban un papel importante en la conformación de la “realidad” que la gente debía percibir. Así es como el público recibía contenido sobre un tema determinado, pero sobre todo era influido por la importancia que otros le daban a ese tema.


A la teoría de estos estudiosos le antecedieron aquella influencia que comenzó a tener el cine, principalmente después que dejó de ser mudo. Pero también lo fue logrando la televisión, ya lo hacían los medios impresos, y desde principio del siglo pasado, lo asumió la radio. 


En ese ámbito es memorable lo ocurrido el 30 de octubre de 1938, cuando Orson Welles provocó que millones de estadounidenses fueran presa del pánico, abandonando sus casas y colapsando carreteras, y hasta se atrevieran a asegurar que habían visto extraterrestres.


Todo inició con este mensaje que dijo el joven Welles, haciendo teatro por radio: “Señoras y señores, interrumpimos nuestro programa de baile para comunicarles una noticia de último minuto procedente de la agencia Intercontinental Radio. El profesor Farrel del Observatorio de Mount Jennings de Chicago reporta que se ha observado en el planeta Marte algunas explosiones que se dirigen a la Tierra con enorme rapidez... Continuaremos informando”.


Hoy, cuando todos tenemos tanta facilidad para hacer saber, para difundir desde reales hechos hasta simples o malintencionados rumores, ese efecto de la masificación de mensajes ha llegado a un punto en el que da la impresión de haberse perdido el control.  


Por eso, de repente, tanta gente está hablando (o escribiendo) sobre una chica con nombre muy sonoro que dejó ver algunas partes muy prominentes de su cuerpo, sobre un general muy servicial que aparece en un video hablando de manera muy diferente a como solemos verlo, o sobre un “urbano” que ya no encuentra qué inventar para “romperle los ojos” a los otros y a la gente, en fin, sobre el más “soberano disparate”, pero sobre ningún tema que sirva para lograr lo que anhelamos o para mejorar lo que hemos logrado.


De ahí la importancia de cuidar el contenido de lo que escuchamos o vemos, calcular el tiempo que dedicamos a cada tipo de mensajes, así como fijar objetivos y determinar los contenidos y las formas que nos ayudarán a lograrlos, son líneas claves para atinar con nuestras acciones.


Si no nos manejamos con ese “librito”, nos resultará muy difícil descubrir “la mano que mece la cuna”.