Por Néstor Estévez. Mucho se ha dicho que lo único permanente es precisamente el cambio. Aunque persista esa oposición de mucha gente a ...
Por Néstor Estévez.
Mucho se ha dicho que lo único permanente es precisamente el cambio.
Aunque persista esa oposición de mucha gente a los cambios y aunque existan
ciertos matices ante ellos, lo real es que permanentemente estamos en un
entorno cambiante.
Uno de esos matices fue abordado en la que se considera una de las
grandes obras de la historia del cine, “El Gatopardo”, que se basa en la novela
del mismo nombre, del escritor siciliano Giuseppe Tomasi, príncipe de Lampedusa,
de inicios de la segunda mitad del siglo pasado. De ahí que se conozca como
gatopardismo esa actitud de “cambiar todo para que las cosas sigan
iguales".
De manera general tenemos un mundo que está siendo acelerado, entre
otros temas, por la gestión de una pandemia con repercusiones que no dejan de
sorprender, además de las que todavía estamos por ver. De manera más
particular, los estrategas que acompañaron desde antes de la campaña al actual
gobierno, con su propuesta de cambio, repararon muy oportunamente en que eso
conectaba con el sentimiento de las mayorías en la República Dominicana.
Es por ello que, atendiendo que la comunicación es omnipresente en toda
actividad humana y que, principalmente en esta etapa, “todos comunicamos para
todos”, resulta sumamente útil plantearnos la pregunta de si estamos
comunicando para cambiar. Aquí vale recordar que comunicar es mucho más que
simplemente decir o escribir. Recordemos que toda acción humana sirve para
comunicar.
Lógicamente, es muy útil reparar en niveles de responsabilidad. Que
todos comuniquemos no ha de ser justificación para “meternos en el mismo saco”.
Hay quienes, formando inmensa mayoría, replican mensajes. Y también hay quien,
meticulosamente, con plena conciencia de la repercusión que ha de lograr,
gestiona contenidos.
Aun así, como modo de alertar y para que realmente podamos aportar,
parece muy oportuno concentrarnos en tres aspectos que pueden resultar
esclarecedores. Así mantendremos esa dimensión de la comunicación que viabiliza
el entendimiento y nos ayuda a mantenernos humanos.
Un primer tópico que propongo es relacionar la comunicación con los
cambios. Y eso genera preguntas: ¿Estamos comunicando para cambiar? De ser
positiva la respuesta, ¿se trata de cambios para mejor o para peor? ¿O acaso se
trata de cambios para generar el denominado efecto Lampedusa?
Un segundo aspecto, que también resulta oportuno, es referir cierta
evolución de la comunicación. Para no irnos muy atrás, esa etapa definida por
Toffler como “Segunda ola” puede servirnos para conectar con lo que impide que
realmente cambie ese modo amañado de gestionar la comunicación.
Ocurre que, pasada la Segunda Guerra Mundial, el modelo de comunicación
conductista, caracterizado por la aparentemente simple transmisión y recepción
de información, se convirtió en el paradigma hegemónico. Estamos hablando de un
modelo unidireccional, referido a provocar un estímulo para obtener una
respuesta. Estamos hablando de un carácter estrictamente instrumental de la
comunicación.
A todas luces, ese modelo le ha resultado muy cómodo a quien “tiene la
sartén por el mango”. ¿Será lo mismo para quien “agarra el tizón por lo
prendío”? Eso explica que a mucha gente se le haga tan difícil, y a alguna
imposible, asimilar y adaptarse a los cambios que ha vivido y sigue
experimentando la comunicación. Por eso es que mucha gente hace hasta lo indecible
para impedir reales cambios. Y otros, más finos, logran disfrazar sus reales
intenciones, y para ello se ayudan con el gatopardismo.
Y el tercer tópico está orientado por lo que algunos estudiosos refieren
a modo de “santo y seña” para asegurarnos de que estamos comunicando para el
cambio.
Para ello, como Sócrates, algunas preguntas sirven de gran ayuda para
avanzar. ¿Realmente tenemos participación comunitaria
y apropiación de los contenidos? En los procesos comunicacionales que inciden
en ti ¿eres sujeto o simple destinatario? En esos procesos, tu identidad, tus
valores ¿son resaltados y mejorados, para promover tu real crecimiento, o
simplemente usados para embaucarte?
Finalmente, con ese modelo conductista se asume que la
gente carece de “conocimiento” y de “saber”. Así es como se reniega de la real oportunidad
para el denominado diálogo de saberes. Esa es la base para mantener una
relación de subyugación, disfrazada de libertad de opinión, pero no de
pensamiento, con la gente.
Como es fácil apreciar, más que receta, procuro interacción como vía para encontrar reales respuestas. Busco respuestas que den sentido a esta etapa de redes, no para enredarnos sino para fortalecernos. Ahora es cuando adquiere más sentido de urgencia la comunicación para el cambio social.