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¿Ya sabes lo que pasa?

Por Néstor Estévez. “No sabemos lo que nos pasa y eso es precisamente lo que nos pasa”. Esa genialidad se atribuye a José Ortega y Gasset, f...

Por Néstor Estévez.


“No sabemos lo que nos pasa y eso es precisamente lo que nos pasa”. Esa genialidad se atribuye a José Ortega y Gasset, filósofo y ensayista español que vivió hasta poco más de la mitad del siglo veinte.

Como se puede apreciar, el tema no es nuevo. Por supuesto, eso no justifica que no lo afrontemos o que continuemos como si no existiera. Justamente ahí ha podido estar el centro de la cuestión. Mucha gente se escuda en el clásico “siempre ha sido así”, como excusa para no asumir responsabilidades.

Recordemos que informar es “dar forma al pensamiento”. En consecuencia, cuando informamos, lo que realmente intentamos es poner a los demás a pensar de cierta manera y sobre cierto tema. Y en sentido inverso, cuando nos exponemos a ciertos mensajes, lo que realmente ocurre es que otorgamos, sabiéndolo o no, permiso para que alguien influya en nosotros.

Pero el tema no se queda ahí. Los pensamientos conectan de manera directa con sentimientos y actitudes. Entenderlo es sencillo. ¿Cómo nos sentimos cuando acabamos de recibir una mala noticia? Y cuando se trata de una buena noticia, ¿cómo nos sentimos?

Lo interesante del caso es que la cadena continúa. Sentimientos y actitudes suelen tener consecuencias porque son una especie de puente hacia lo tangible. Muchas veces, esas consecuencias son pasajeras; pero otras muchas se toman su tiempo y hasta pueden volverse eternas. Será sumamente sencillo entenderlo si reparamos en la diferencia entre el aviso de que mañana tendremos día soleado o el de una sorpresa que desencadena en un infarto fulminante.

Si analizamos los contenidos de los mensajes a que nos exponemos, será relativamente fácil determinar cómo nos sentimos, cómo pensamos y cómo actuaremos. Por eso se dice que, en la etapa que nos ha tocado vivir, hay quienes nos conocen más que nuestros familiares y, posiblemente, más que nosotros mismos.

Los famosos algoritmos usados en la web se encargan de “adivinar” nuestros pensamientos. Por eso no es raro sentir cierta “seguidilla” en relación con determinadas aplicaciones o sencillamente publicaciones de algunos tipos de contenidos. Pero todavía más, el real uso de esas informaciones sobre nosotros, aunque hayan destapado muchos casos verdaderamente escandalosos, todavía no está esclarecido del todo.

Por eso retomo a Ortega y Gasset, quien insiste en establecer diferencias claras entre ideas y creencias. Las creencias se nos imponen de manera muy sutil: escuchando, exponiéndonos a repeticiones, que casi siempre están dirigidas. Aquí vale citar a Daniel Kahneman, autor de “Pensar rápido, pensar despacio”, quien explica que “Una manera segura de hacer que la gente se crea falsedades es la repetición frecuente, porque la familiaridad no es fácilmente distinguible de la verdad”.

Ortega y Gasset plantea que las creencias no son resultado de reflexiones, sino que regularmente se trata de ideas de otros que van dando sentido a nuestra vida sin que reparemos en ello. “No son ideas que tenemos, sino ideas que somos”, explica el filósofo. En cambio, detenernos, observar, hurgar, analizar, reflexionar son acciones que nos encaminan a cultivar ideas propias. 

En un ensayo de 1934, titulado Ideas y creencias, Ortega y Gasset nos invita a superar ese estado mental sin sentido, para lograr un estado de “pensamiento”. El estudioso recomienda esa ruta para crear nuestras propias ideas. Si nos fijamos bien, ¿qué son las innovaciones, sino pensamiento original, aunque guarden alguna relación con lo pasado?

Mientras los mensajes que caracterizan nuestro entorno, nuestro día a día, se conviertan en soporte para las ideas ajenas que definirán lo que somos, la tarea será muy ardua y con muy remotas garantías.

Mientras el tema de nuestras interacciones sean los nombres que Amara o Camilo y Evaluna ponen a sus descendientes, mientras el mal ejemplo se convierta en “el referente”, mientras los memes dominen los contenidos de los mensajes que recibimos y emitimos, muy distantes estaremos de cultivar ideas propias.

Señores, ante una tarea tan ardua, vale recordar la enseñanza oriental de que “sin importar lo larga que sea la marcha, siempre se comienza con un primer paso”.
Ojalá nos ayude otro pensador español, José Antonio Marina: “Necesitamos desarrollar esas funciones ejecutivas que nos permiten controlar los impulsos, hacer planes, y focalizarlos. Ayudar a adquirirlas es una de las mayores responsabilidades de la sociedad”.