Por Néstor Estévez Quien incursiona en temas que le son ajenos corre el riesgo de terminar enredado en las patas de los caballos. Así pu...
Por Néstor Estévez
Quien incursiona en temas que le son ajenos
corre el riesgo de terminar enredado en las patas de los caballos.
Así puede ocurrir, principalmente en esta
etapa, con la incursión en ciertos asuntos que implican adecuado y muy
particular uso de la comunicación.
De la comunicación se ha dicho que sirve para
compartir referentes. Otros se concentran en su utilidad para que logremos
entendernos. Para alguien más es la vía ideal para obtener propósitos. Y así,
ante cada enfoque, encontraremos otras y muy variadas acepciones.
Para partir de un punto clave, el enfoque de
John Dewey, destacado filósofo, pedagogo y psicólogo estadounidense, podría
resultar más que esclarecedor. Él dice que “la sociedad no solo existe por la
comunicación, sino que existe en ella”. Basándose en eso añade que “de esta
manera, la comunicación es dialéctica y reconstruye la experiencia”.
Si la comunicación reconstruye la experiencia,
muy lógico es que también va modificándonos y, con nosotros, a la sociedad. A
ello se agrega el hecho de que, así como la comunicación es transversal a todas
las actividades humanas, también adquiere sus particulares matices dependiendo
de lo que se pretenda con ella.
Siendo la “pelótica” y la política dos verdaderos
“pasatiempos” en nuestra sociedad, sumado a que, aunque no oficialmente, hace
mucho que estamos en campaña proselitista, resulta más que pertinente echar una
mirada a algunas de las facetas de la comunicación política, en sentido
general, y de la comunicación de campaña, de manera más específica.
En esencia, la comunicación política abarca
desde lo que se hace para obtener cargos de autoridad, a través de la
persuasión con fines electorales, hasta el reporte de decisiones tomadas desde
la posición de mando.
De ahí que encontremos con alta frecuencia las
bondades o la alegada idoneidad de quienes tienen aspiración a determinados
cargos, ya sea en una junta de vecinos, en un sindicato, en una organización
profesional o en un partido político.
El objetivo principal de la comunicación
política es visibilizar estratégicamente el supuesto potencial como vía para
que, en nombre de la democracia y mediante mensajes y narrativas que persuaden,
diversas audiencias depositen su confianza en un determinado proyecto y
terminen favoreciéndolo con su voto. En esencia, en política se vende
esperanza.
De manera muy frecuente, el mensaje político implica una especie
de “tres en uno”. En situaciones regulares, el político habla para tres
destinatarios principales: sus seguidores, sus adversarios y los indecisos.
Pero ahí no se
detiene el grado de complejidad. Muchas veces el mensaje, el contramensaje y el
metamensaje necesitan estar integrados en un único paquete. De lo contrario, el
político corre el riesgo de ver muy mermada su credibilidad (y confianza)
cuando se le descubre con mensaje variopinto, y peor todavía, cuando se
contradice a sí mismo.
Muchos territorios y causas sociales suelen
terminar enredados en la dinámica de la comunicación política. Eso provoca
muchas frustraciones porque, como ha ocurrido muchísimas veces, una cosa es el
político en campaña y otra es el funcionario en ejercicio.
Pero el territorio y las causas sociales,
aunque también están sometidos a cambios, necesitan de otra dinámica. Eso
implica contar con planes, además de flexibles, más a largo plazo. Sin eso, el
territorio cae en un “eterno patinar”, un permanente recomenzar, en correspondencia
con el “librito” del funcionario de turno.
Y es que la comunicación, para generar cambios
positivos en los territorios precisa de una dinámica propia, en la que
políticos, empresarios, profesionales y el propio territorio organizado, como
conductor de su proceso, se dediquen a construir y mejorar consensos sobre las
prioridades que apunten a promover el mejor uso de sus potenciales para la
mejoría de vida.
En política es muy válido apelar a la retórica,
en los territorios se vive la realidad. En política se trabaja mensajes cortos
y contundentes, los territorios precisan de contextos que involucren y sumen de
manera creciente a seres humanos con necesidades, capacidades y sueños. En
política se persigue un voto, en los territorios se ha de procurar entendimiento
para impulsar una dinámica que motorice el avance sostenido.
De mezclar uno y otro ámbito de la
comunicación, se suele terminar enredados en las patas de los caballos.