Por Néstor Estévez Transitando por la autopista Duarte rememoré dos historias. No llegaron solas; fueron traídas por lo que viví hace algu...
Por Néstor Estévez
Transitando por la autopista Duarte rememoré dos
historias. No llegaron solas; fueron traídas por lo que viví hace algunos días
en la principal autopista del país.
La primera historia tiene que ver con Felipe
Polanco (Boruga). Recordé una ocasión en la que lo escuché comparando con el
propósito de provocar risas. El afamado humorista aprovechaba una de esas
características que, si bien muestran nuestro modo generalizado de proceder, con
conductas que debieran avergonzar, suelen ser usadas para hacer reír.
Boruga comparaba el uso de señales en las vías
de comunicación terrestre. De manera específica, el humorista contrastaba el
uso de advertencias cuando se realiza algún trabajo de reparación o mantenimiento
en calles, carreteras o autopistas. Su atención se centraba en confrontar los
modos de advertir en el denominado mundo desarrollado y en los demás países.
Felipe Polanco contaba que, en Estados Unidos,
al manejar en una autopista es normal encontrarse con una estructura de gran
tamaño con luces intermitentes que advierten sobre la necesidad de reducir la
velocidad. Según contaba, algunas millas después te indican que dispones de un
carril menos en la vía.
Seguía contando que un poco más adelante, en
efecto, con conos o algunos otros objetos, siempre con colores muy llamativos,
se anula uno de los carriles, pero que absolutamente a nadie se le ocurre ni
por asomo la idea de usar el paseo como carril o distribuir dos carriles para
hacer tres filas; sencillamente se sigue a la velocidad dispuesta por la
autoridad, cediendo el paso a quien primero ha llegado al carril de que se
dispone, sin esa desesperación de adelantarse a todos los demás.
Completaba Boruga la primera mitad del cuento,
relatando que una milla más adelante nos encontramos con que el “trabajo en la
vía” consistía en ajustar una tuerca en un soporte para una señal de tránsito.
Al describir las advertencias usadas en nuestro
país, Boruga contaba que, yendo por una vía cualquiera te puedes encontrar con
una rumba de arena que en la cúspide tiene una lata en la que echaron un poco
de gasoil, que ya se terminó, con un trapo como mecha, que funcionó mientras
hubo carburante. Y que, a seguidas hay un hoyo en el que sueles caer, a menos
que cuentes con súper poderes y alta especialización en reflejos.
La otra historia me toca muy de cerca. Durante
un paseo familiar, en el que se incluía una pareja amiga que vive en Estados
Unidos y había venido de vacaciones al país, íbamos en recorrido ella y él, mi
compañera y dos de mis hijos, en etapa de preadolescencia.
Nos detuvimos a comprar algo para “picar”.
Galletas, chocolates, guineos, mandarinas, agua y algunas bebidas refrescantes
se sumaron a lo que ya teníamos como provisión.
Él estaba entusiasmado con las frutas.
Aludiendo que las de allá son muy “sintéticas” y las de aquí “son de verdad”,
las engulló con deleite. La sorpresa vino cuando el hombre bajó el cristal –fue
muy notorio por el ruido que ello provoca a alta velocidad- para lanzar los
desperdicios por la ventana.
Ella, quien me conoce más que él, no dudó en
llamarle la atención. –“Tú no haces eso allá”, le enrostró. –“Estamos de
vacaciones”, tuvo el tupé de responder él.
El ambiente se tornó algo tenso. Pero no
debíamos echar a perder un día de disfrute. Por eso se procuró cambiar de tema.
Y, como habría de esperarse, aproveché la primera oportunidad para renovar en
mis pequeños lo que hasta ese día se había enseñado, además de verbalmente, con
el ejemplo.
Manejando por la autopista Duarte rememoré a
Boruga y a mi amigo que lanza desperdicios desde los vehículos a las vías,
según dice, cuando está de vacaciones.
Conduciendo por la autopista Duarte se nota que
es muy grande el club de gente como mi amigo.
Recorriendo la autopista Duarte reparamos en el
escaso criterio de quienes realizan trabajos de mantenimiento o reparación.
Creo que todavía estamos a tiempo para que
transeúntes, viajeros y conductores demostremos que se puede avanzar. Pienso que
resulta muy oportuno que tanto autoridades como responsables de los trabajos en
esa importante vía demuestren que de verdad avanzamos.
Que no me lo digan. Que me lo demuestren en la
calle.