Por Néstor Estévez Muchos negocios se limitan a ganar dinero y nada más. Y no está mal que se procure beneficio pecuniario. Pero cada ve...
Por Néstor Estévez
Muchos negocios se limitan a ganar dinero y
nada más.
Y no está mal que se procure beneficio
pecuniario. Pero cada vez más gente le “coge la seña” a quienes así se manejan.
Es por eso que, modernamente, las empresas de éxito cuidan aspectos que son
fundamentales en un mundo tan competitivo.
Por eso, de manera creciente, encontramos que
exhiben una declaración de misión, visión y valores. En muchos casos parece un
“letrero" más. Pero realmente se trata de mucho más que un texto en la
pared.
¿Para qué sirve esa declaración? Bien sabido es
que muchas empresas sencillamente les han encargado ese trabajo a ciertos
“especialistas” que dan recetas. Otras han vivido la edificante experiencia de
producir ese perfil organizacional.
Un perfil es la mejor manera de contar con una
imagen clara y precisa de la organización y lo que representa. Cuando una
empresa cuenta con un depurado perfil organizacional se abren las oportunidades
para lograr comunicación efectiva, marcar clara diferencia, generar confianza,
atraer personas talentosas y operar con orientación estratégica.
¿Por dónde comenzar para lograr un adecuado
perfil?
Sobre el tema existen variados enfoques. Hay
quienes parten del criterio de que “los valores nos unen”. Visto así, los
valores, con sus contrapuestos antivalores, podrían establecer tanto la senda a
seguir como la compañía para transitarla, y también se necesita de esa escala
para descartar a quienes no debemos tener como acompañantes.
En ese ámbito también es destacable el criterio
de que “visión es ver donde otros no logran ver”. Y, por supuesto, juega un rol
determinante lo que escojamos como encargo o misión. Es así como, aunque haya
quienes prioricen uno u otro renglón, misión, valores y visión vienen a ser una
especie de trípode en donde se soporta el perfil de cualquier entidad.
El levantamiento de información se impone como
punto de partida, si realmente se quiere conocer la realidad que se desea
transformar. Para eso resulta de valiosa ayuda una evaluación inicial.
Con todo y los acelerados y fuertes cambios, tanto
para elaborar un perfil como para muchos otros emprendimientos en una
organización, resulta de gran utilidad realizar una evaluación interna y
externa de la misma. Identificar sus fortalezas, debilidades, oportunidades y
amenazas es una valiosísima ayuda para tener un panorama claro.
De esa realidad concreta y conocida se ha de
partir para lograr otra realidad (entre deseada y posible). Esa pretensión
adquiere forma clara cuando se logra definir el propósito. ¡Pero cuidado! El
propósito suele ser confundido con la motivación. Una manera inequívoca para
diferenciar ambos ámbitos es la siguiente: la motivación es la respuesta a
“¿por qué?”. El propósito responde a “¿para qué?”. El propósito debe ser un
enunciado conciso que refleje la esencia de la organización y su razón de ser.
Entre los colectivos que comparten valores se
allana el terreno para cultivar la confianza y compartir, sin temor, lo que
alguien ha alcanzado a ver. La tarea siguiente consiste en darle forma a esa imagen
que se desea de cara al futuro de la organización. De eso trata la visión, que
debe ser expresada de manera inspiradora, desafiante y realista al mismo
tiempo. Se recomienda que la visión sea una especie de “grito de guerra” que
inspire y mueva a cada integrante de la organización.
Es importante y hasta imprescindible que la
visión sea compartida por todos los miembros de la entidad. De ahí la
importancia de que, más que imposición de alguien “iluminado”, misión, visión y
valores sean resultado de un proceso que implique consulta y participación de
todos los miembros de la organización.
Alguien debe encargarse de redactar y revisar,
pero lo más recomendable es que, antes de la difusión para todo público, cada integrante
de la organización llegue a sentir el documento como algo suyo, algo que
enarbolará con orgullo y defenderá con gallardía.
El resto consiste en dar seguimiento periódico,
en consonancia con los acelerados y fuertes cambios que vivimos, para asegurarnos
de que marchamos según lo previsto. De esa manera, además de ganar dinero,
contaremos con un equipo que marcará la diferencia y transitará por vía franca para
trascender.