Por Néstor Estévez Acabamos de vivir el julio más caluroso de la historia. Así lo ha hecho saber el observatorio europeo Copernicus. Dic...
Acabamos de vivir el julio más caluroso de
la historia.
Así lo ha hecho
saber el observatorio europeo Copernicus. Dice la entidad que “julio de 2023
fue el más cálido de todos los meses desde que hay registros”. Para ello se
basa en una observación terrestre que combina monitoreo satelital con
información que recogen los aviones, los barcos y las estaciones meteorológicas
por todo el planeta.
Copernicus explica
que el recién pasado julio “batió ampliamente el récord del mes más caluroso
registrado en la Tierra, con 0.33º C más que el anterior récord de julio de
2019”. A ese dato añade que “la temperatura del planeta superó en 1,5 ºC la
media del período preindustrial (1850-1900)”.
Pero todavía hay
más. Según los especialistas de Copernicus, "2023 es actualmente el tercer
año más cálido hasta la fecha, con 0.43 ºC por encima de la media reciente”.
Los otros dos son: 2016 y 2020.
A eso se suma otra
mala noticia: la posibilidad de que, como año, también se rompa récord porque
"los últimos meses de 2016 fueron relativamente frescos (reduciendo la
media anual a 0.44°C), mientras que se prevé que el resto de 2023 sea
relativamente cálido a medida que se desarrolle el actual fenómeno de El Niño”.
Ante
informaciones como las compartidas por ese observatorio europeo pueden ser
varias las reacciones. Desde echar la culpa a quienes más inciden en el
denominado efecto invernadero hasta asumir que se trata del “final de los
tiempos”, frente a lo que muy poco podríamos hacer, suelen ser actitudes muy
comunes en torno al tema.
Ese modo de
proceder no nos lleva a nada bueno. “Sacar el cuerpo” ha significado el
agravamiento de una situación generada por actitudes incorrectas. Desde simular
en cónclaves mundiales hasta el descaro de adoptar posiciones que desdicen de
la valoración de la vida, pero principalmente incoherencia, han caracterizado
la práctica de quienes mayor impacto causan en el planeta.
Pero también
quien bajo la excusa de emprender ocasiona daños al medio ambiente, y hasta quien
a la hora de deshacerse del más sencillo residuo sólido lo hace sin reparar en
el daño que pueda ocasionar, son corresponsables de la situación actual.
Actuar con claro
criterio de sostenibilidad es cada vez más imprescindible. En correspondencia
con ello, y bajo el planteamiento de que “toda larga marcha comienza siempre
con un paso”, ante quien se pregunte por dónde comenzar, comparto
recomendaciones sencillas, pero con gran incidencia en el cuidado del único
planeta identificado hasta ahora con condiciones para que sea posible la vida
que conocemos.
1.
Reduce, reutiliza y recicla:
reduce tu consumo de productos desechables y opta por aquellos que puedas
reutilizar. Asegúrate, además, de reciclar correctamente los residuos que
generes.
2.
Ahorra energía: apaga las luces
y los electrodomésticos cuando no los estés utilizando. Utiliza bombillas de
bajo consumo energético y considera utilizar energías renovables, como la solar
o eólica.
3.
Consume de forma responsable: opta
por productos locales y de temporada. Selecciona productos con envases
reciclables y evita utilizar plásticos de un solo uso.
4.
Utiliza el agua de forma
consciente: cierra los grifos mientras te lavas los dientes o te enjabonas, y
considera cepillarte o bañarte en tiempo récord.
5.
Usa transporte sostenible: utiliza
transporte público, bicicleta o camina siempre que sea posible. Si necesitas
utilizar un automóvil, considera compartirlo con otras personas. Considera
sumarte al uso de vehículos eléctricos.
6.
Edúcate: infórmate sobre los
problemas medioambientales y comparte tus conocimientos con otras personas.
Participa en charlas, talleres o eventos relacionados con la sostenibilidad.
Únete a jornadas de reforestación o de limpieza de ríos y costas.
7.
Apoya iniciativas sostenibles: busca
y apoya empresas y organizaciones que promuevan prácticas sostenibles. Puedes
elegir productos certificados como ecológicos o de comercio justo.
Recuerda que
cada pequeña acción cuenta y que todos podemos, además de que debemos, hacer
nuestra parte para garantizar un futuro sostenible.
Con pequeñas
acciones, preferiblemente repetidas y coordinadas, hacemos valiosas contribuciones
para mejorar el mundo actual y aportar a la calidad de vida de las presentes y
las venideras generaciones.
Hace mucho
tiempo que la propia naturaleza nos habla a gritos. En los últimos años, la
misma naturaleza insiste en enseñarnos a fuerza de calor.