Por Néstor Estévez Ha llegado el año de las elecciones. Una reunión entre los respectivos presidentes de la Junta Central Electoral y el T...
Ha llegado el
año de las elecciones. Una reunión entre los respectivos presidentes de la
Junta Central Electoral y el Tribunal Superior Electoral acaba de ocurrir y
sirve como señal de lo que marca al 2024.
Muchos números
salen a relucir. Para estas elecciones habrá 4,420 recintos disponibles, los
cuales albergarán 17,317 colegios. El próximo 18 de febrero 8,103,291
dominicanos podrán ejercer su derecho al voto en los sufragios municipales. Ese
día se definirá quiénes ocuparán cargos en los 158 municipios y 235 distritos
municipales con que cuenta el país.
Superada esa
primera etapa, el 19 de mayo es la fecha escogida para realizar las elecciones
presidenciales y congresuales, que incluyen las diputaciones de ultramar.
Además, se ha previsto una eventual segunda vuelta el 30 de junio, de ser
necesaria.
Con aumento de
la cantidad de personas habilitadas para votar, tanto en el país como en el
exterior, las mujeres lideran el registro electoral. Son 4,163,097, lo que
representa un 51.28%. En tanto, la cantidad de hombres es 3.955.117,
representando un 48.72%.
Otros números
que debieran llamar la atención están relacionados con un grupo etario muy
importante: el de los electores entre 31 y 40 años. Se trata del grupo más
numeroso. Está compuesto por 1,650,215 personas habilitadas para ejercer el
voto, de acuerdo con los datos ofrecidos por la JCE.
La democracia,
como se ha dicho muchas veces, se mejora con la participación. En atención a
ello, se enfatiza en la importancia del voto como mecanismo de participación
electoral. Por eso suele hablarse de “grandes avances” en la democracia
dominicana.
Aunque hace
mucho tiempo que se ha planteado, sigue siendo tarea superar el enfoque que
limita a cada cuatro años la participación real de la ciudadanía en el
ejercicio democrático. Anhelos como la “revocación de mandato” siguen siendo
tareas muy en el horizonte de los avances de nuestra democracia. El hecho de
que la actual gestión de gobierno, por ejemplo, haya revocado decisiones que
han recibido el rechazo de la población, ¿podría servir para que también la
población se vaya entrenando de cara a aprender a revocar decisiones electivas?
Soñar con que,
como en ciertas partes del mundo, una candidatura se vaya a la deriva por
atreverse a plantear la idea de reducir la carga impositiva, ¿hasta cuándo
seguirá siendo mucho más que utopía en República Dominicana? ¿A quién le
conviene que el común de la gente prefiera la informalidad como norma para la
inmensa mayoría de las transacciones comerciales?
Alguien podría
argumentar que se hace necesario entender los plazos. De todos modos, dos
características en común tienen el largo, el mediano y el corto plazo: todos
comienzan con un primer paso, y también inician en el mismo momento. Visto eso,
¿cómo hacer para que la mejora de nuestra democracia sea asumida con ritmo y
plazos que alimenten la esperanza?
Para ello vale
celebrar que hayamos logrado avances orientados a regular el ejercicio del
derecho de todos los ciudadanos a organizar partidos, agrupaciones y
movimientos políticos o formar parte de ellos. Pero ¿beneficia eso por igual a
toda la ciudadanía? ¿O se trata del medio que muchos han encontrado para
obtener beneficios tan particulares que dañan, en lugar de mejorar, nuestra
democracia?
Quizás eso ayude
a entender la pertinencia de vincular el ejercicio democrático, así como la
mejora de la democracia, con las reales posibilidades de cada candidatura para
asumir el servicio público con apego a sus cuatro dimensiones clave:
estratégica, económica, operativa y social.
Conviene recordar
que la idoneidad de quien aspira al servicio público ha de estar referida a su
capacidad para atender el día a día mientras dedica esfuerzos a la construcción
de una nueva realidad. Y eso no se logra sin enfoque estratégico. Alguien podrá
parecer y hasta ser muy honesto, pero de poco sirve sin claros criterios de
eficiencia, eficacia y sostenibilidad en la gestión de los recursos.
Pero, además,
aspectos como la construcción de consensos de cara a alcanzar objetivos e
introducir innovaciones, o como el fortalecimiento de capacidades de servidores
y ciudadanos son aspectos determinantes, si de verdad se desea mejorar la democracia
e impulsar desarrollo humano.
Tomar en cuenta
estos criterios a la hora de elegir sería excelente vía para mejorar la calidad
de la democracia dominicana.