Por Néstor Estévez Cuentan sobre una persona que restaba importancia a eso del “cambio”. Dicen que, de solo escuchar la palabra “cambio” y...
Por Néstor Estévez
Cuentan sobre una persona que restaba
importancia a eso del “cambio”. Dicen que, de solo escuchar la palabra “cambio”
ya era suficiente para lograr indisposición por parte del individuo en
cuestión.
Era tal su animadversión que el cambio de ropa
pasó a ser “muda”, al pagar en efectivo no aceptaba cambio sino devuelta, y
dicen que celebró como loco la llegada de los vehículos automáticos porque “al
fin, ya no sería necesario usar la palanca de cambios”.
Pero al hombre no le valió su extremismo.
Sencillamente, aunque se oponía y manifestaba su firme decisión de rechazar
todo tipo de cambio, y ni decir sobre la más remota posibilidad de tolerar y
mucho menos promover alguna modalidad de cambio, le llegó el cambio y lo hizo
cambiar.
Algo similar ha venido ocurriendo con ciertas
actitudes de cara a dos ámbitos tan necesarios como urgentes: los pactos para
el avance y la sostenibilidad.
A lo largo de la historia de la humanidad, la
sociedad ha sido escenario para apreciar lo que realmente genera cambios. Pero
aún más, ha sido escenario para percibir las muy notables diferencias entre esas
ocasiones en las cuales los cambios inciden sobre individuos pasivos o cuando
los individuos son auténticos generadores de cambios.
La alegoría de La caverna de Platón es un claro
indicativo de la diferencia marcada por quienes lograron salir de la cueva. La
simple referencia de lo que ocurre fuera marca el inicio de contextos y
enfoques diferentes a lo que hasta ese momento se asume como realidad. He ahí
una muestra de cuando los cambios implican fortalecimiento de capacidades, con
muy marcadas diferencias al comparárseles con quienes se limitan a ser simples
receptores de cambios.
Pero cuidado con el gatopardismo, referido a la
ilusión de cambiar y cambiar para que todo siga igual. Vale destacar que esa
modalidad se facilita sobremanera mientras mayor incidencia se logra con
acciones que mantengan la atención desviada de lo esencial. Y eso se ve
potencializado cuando se dificulta tanto gestionar la sobreinformación.
Si revisamos hitos como la Revolución
Industrial, entonces resulta sencillo entender que los cambios no inciden en
todas las personas por igual. Se podría estar hablando entonces de nuevas
diferencias que podrían estar haciendo más notorias las anteriores diferencias.
Entre hitos y diferencias es de gran
preponderancia lo ocurrido al concluir la Segunda Guerra Mundial, cuando se
toma la decisión de clasificar a los países entre “desarrollados” y
“subdesarrollados”. Aunque existían otras características, esas denominaciones
aludían a algunos países con altos niveles de tecnología y a otros muchos
concentrados en la producción de materias primas, que eran procesadas por
aquellos primeros.
En estos días, en Davos, la atención se centra en
la sostenibilidad. En la cumbre del Foro Económico Mundial, los líderes
empresariales están incidiendo desde una nueva mentalidad. Y es que, gracias al
cambio, quienes se han abierto a lo nuevo logran ver oportunidades en lo que el
común de la gente ve amenazas.
Y asumir el tema de la sostenibilidad
necesariamente ha de llevarnos a los pactos. Es tan sencillo como entender que
cada uno quiere –y si todavía no lo quiere, en cualquier momento puede llegar a
quererlo- mejorar la situación en que se encuentra. Y eso implica disponer de
lo que tiene o necesita tener para conseguir lo que quiere.
Es en ese sentido como hacerse preguntas sigue
siendo la vía más adecuada para encontrar y asumir retos, para ponernos en
movimiento, para generar verdaderos cambios. ¿Quién soy? ¿Cuál es mi propósito?
¿Cómo es mi trato con mi entorno (destacando a las personas y al resto de la
naturaleza)? ¿Qué hago para sentir felicidad? ¿Para qué soy bueno? ¿Qué puedo
ofrecer (que sea valioso)? ¿Cuáles cambios espero de los demás? Y yo, ¿qué decido
cambiar? Es una lista de preguntas sugeridas. Y tú, ¿cuáles preguntas sugieres?
En Davos buscan respuestas y compromisos. El
cambio de año puede ser oportuno. Hasta los mensajes que abundan en campaña
pueden servir como punto de partida. Pero lo determinante es lo que tú asumas
en relación con los cambios: indiferencia, pasividad, adaptación o decisión
para generar cambios, preferiblemente con criterios de asumir pactos y
garantizar sostenibilidad.