Por Néstor Estévez Una imagen vale más que mil palabras. Lo habremos escuchado montones de veces. Pero el común de la gente suele quedarse...
Por Néstor Estévez
Una imagen vale más que
mil palabras. Lo habremos escuchado montones de veces. Pero el común de la
gente suele quedarse en lo literal. Y quien así hace se pierde de la real
riqueza semántica de esa sabia expresión.
Lo real es que, para
entender, los seres humanos necesitamos fundamentalmente imágenes. Cada vez que
se intenta procesar información que no logramos asociar a alguna imagen, a
menos que se la inventemos -con un verbo tan maravilloso como “imaginar”- se
vuelve tortuoso el proceso de entender.
Por eso cuando nos
referimos a la imagen, ya sea aludiendo a una persona o a una gran
organización, estamos hablando de mucho más que el simple reflejo que todo
cuerpo opaco provoca al recibir luz. “La imagen es un acto y no una cosa, la imagen
es conciencia de alguna cosa”, según se le atribuye haber dicho a Jean Paul Sartre.
El tema viene a
colación a partir de las imágenes generadas durante este tiempo de campaña, no
por la aplicación de Photoshop en el rostro de la inmensa mayoría de quienes
aspiran a diversos puestos de elección. Me refiero a las imágenes generadas por
determinadas actuaciones de ciertos personajes, por la conciencia que generan
en quienes han logrado y mantienen un mínimo de sentido crítico.
Entre esas actuaciones
hay “para coger y dejar”. Desde acciones esperanzadoras, como el abrazo entre
los candidatos presidenciales o el nivel mostrado por las damas que aspiran a
la vicepresidencia, durante sus participaciones en el debate organizado por
ANJE, hasta las miserias exhibidas en algunos actos de cambio de mando en los
gobiernos municipales.
Ya sabemos que mucha
gente enganchada a la política, en lugar de sentir y expresar verdadero respeto
y consideración, realmente menosprecia y hasta desprecia al común de los
votantes. Ese trato se evidencia en actuaciones que “dejan mucho que desear” y
que ni siquiera hace falta que citemos en este breve escrito porque son “pan de
cada día”.
Revisemos. ¿Para qué
sirve el lenguaje, incluido el no verbal? Estamos hablando, nada más y nada
menos que, de un “invento” de la humanidad para comunicarse racionalmente. Pero
el asunto va mucho más allá porque los seres humanos solemos dar un uso muy
particular al lenguaje: además de usarlo para relacionarnos con los demás, lo
utilizamos fundamentalmente para influir en los demás. Y además del lenguaje
propiamente dicho, al mismo se suman las diversas modalidades de mensajes, pero
sobre todo las acciones.
Y también sabemos que
las excusas sirven para que nadie quede mal. Por eso mucha gente las usa como vía
de escape. Pero como ha dicho precisamente un político, Abraham Lincoln:
“Puedes engañar a todo el mundo algún tiempo. Puedes engañar a algunos todo el
tiempo. Pero no puedes engañar a todo el mundo todo el tiempo”.
En consecuencia, como
consejo sano a quienes se están ofreciendo para representarnos, creo que no
sobra recordar la pertinencia de que los líderes políticos guarden las formas,
y que para eso existen varias razones:
Los líderes políticos
son figuras públicas que representan a sus seguidores y muchas veces a personas
que prefieren seguir a otros, pero pertenecen al territorio. En uno u otro
caso, mantener las formas en sus interacciones, discursos y acciones es valiosa
ayuda para proyectar una imagen de respeto y credibilidad
La cortesía y el
respeto en las interacciones políticas son esenciales para fomentar el diálogo
constructivo y la cooperación entre actores claves y hasta entre países. Sin un
comportamiento respetuoso, las relaciones pueden verse afectadas negativamente,
dificultando la resolución de conflictos y la construcción de consensos.
Los líderes políticos que guardan las formas
inspiran confianza y legitimidad entre sus ciudadanos. La cortesía y el respeto
hacia los demás, incluso ante aquellos con opiniones divergentes, son
fundamentales para construir un clima de confianza y cooperación.
El uso de un lenguaje respetuoso y diplomático
puede ayudar a prevenir conflictos innecesarios y a resolver disputas de manera
pacífica. Los líderes políticos que son capaces de controlar sus emociones y
expresarse de manera cortés evitan tensiones y consiguen soluciones negociadas.
Finalmente vale
recordar que, aunque muchos sigan creyendo que “la gente es boba”, después
podrían recibir sorpresas y hasta hacerse acompañar de “llantos y crujir de
dientes”.