Por Néstor Estévez Es un hecho innegable que estamos cambiando. Ocurre con todo lo que vive. Sin embargo, resulta sabio y hasta muy oportu...
Por Néstor Estévez
Es un hecho innegable que estamos cambiando.
Ocurre con todo lo que vive. Sin embargo, resulta sabio y hasta muy oportuno
preguntarse: ¿estamos cambiando para mejor o para peor?
La pregunta puede y hasta debe abarcar diversos
ámbitos de nuestras vidas. En esta oportunidad escojo priorizar ese aspecto que
nos permite descubrirnos, con similitudes y diferencias en relación con los
demás seres humanos, pero también con un rol determinante para entendernos y
lograr propósitos: la comunicación.
Todavía sigue muy fresca en mi memoria la imagen
de uno de mis maestros “peleando con un mouse”, queriendo mostrarme algo en la
pantalla de un armatoste al que llamaba computadora. Y aunque podría remitirme
a mucho más atrás, para las más recientes generaciones, esta confesión debe
parecerles algo “prehistórico”.
El asunto es que la tecnología ha transformado
casi todos los aspectos de nuestras vidas, desde la manera en que trabajamos
hasta cómo nos comunicamos con otras personas. Sin embargo, en lo pertinente a
la comunicación, aunque la tecnología ofrece muchas ventajas, también ha
causado ciertos problemas en las relaciones humanas.
En el pasado, la mayoría de las personas noscomunicábamos
cara a cara, lo que nos permitía ver las expresiones faciales, escuchar el tono
de voz y observar el lenguaje corporal del otro. Esas formas de comunicación
son importantes porque nos ayudan a entender cómo se siente la otra persona y
cómo debemos reaccionar. Y eso, sobre todo si atendemos a todo el tiempo que la
humanidad tardó para inventarse las palabras, comunicándose sólo con gestos,
explica que la comunicación no verbal sea tan importante para entendernos.
Sin embargo, con elauge de la tecnología,
especialmente los teléfonos móviles, las redes sociales y las aplicaciones de
mensajería, las personas hemos empezado a comunicarnos más a través de
pantallas. Según Turkle (2015), la comunicación digital ha reducido la cantidad
de interacciones cara a cara, lo que ha llevado a la pérdida de algunas
habilidades sociales importantes.
Sherry Turklees una investigadora que lleva cuatro
décadas estudiando la psicología de las relaciones de las personas con la
tecnología. Ella, autora de cinco libros y tres colecciones editadas, además de
poseer importantes reconocimientos, ha encontrado que cuando nos comunicamos
solo a través de mensajes de texto o redes sociales, es más difícil entender
completamente lo que la otra persona está sintiendo.
Cuando usamos estos medios, las palabras pueden
ser malinterpretadas, y no podemos captar las señales no verbales, como el tono
de voz o las expresiones faciales, que son cruciales para la comunicación. Y,
como lo habremos vivido, aunque quizás sin reparar en ello, eso puede causar
malentendidos y, en última instancia, afectar negativamente nuestras
relaciones.
Y no se trata de negar la importancia y gran
valor de la tecnología. Es que la misma debe seguir siendo un medio para lograr
propósitos. Así como fabricantes y vendedores logran ver crecer sus negocios de
tecnología, quien la usa también necesita centrarse y concretar sus propósitos.
Pero eso no debe conllevar que perdamos las habilidades que nos permiten
entendernos con los demás.
El uso inadecuado de tecnología disminuye la
empatía, que es la capacidad de entender y compartir los sentimientos de otra
persona. Estudiosos han encontrado que, cuando pasamos más tiempo interactuando
a través de pantallas y menos tiempo cara a cara perdemos oportunidades para
practicar la empatía.
Las interacciones en línea a menudo son más
rápidas y menos profundas que las conversaciones en persona, lo que puede hacer
que nos volvamos más insensibles o menos comprensivos hacia los demás.
Con una sencilla consulta a personas con las
que convivimos podemos descubrir oportunidades para corregir algunos malos
hábitos que han ido penetrando de manera tan discreta como dañina en nuestras vidas.
Ese simple ejercicio ayudaría a que nos mantengamos humanos, sanos, empáticos y
en la mejor disposición de seguir usando todo, incluyendo la tecnología, para
mejorar nuestras vidas y todo nuestro entorno.
Para eso es sumamente conveniente, además de
necesario y urgente, que nos preguntemos si los cambios en las maneras en que
nos relacionamos con las otras personas están haciéndonos bien o haciéndonos
mal.