Por Néstor Estévez Cada vez se hace más difícil contar la cantidad de estímulos que recibimos y determinan “nuestras decisiones” sin que l...
Por Néstor Estévez
Cada vez se hace más difícil contar la cantidad de estímulos que recibimos y determinan “nuestras decisiones” sin que lo notemos.
Intentemos desglosar cómo ocurre eso. ¿En qué piensas cuando escuchas o lees el término “comunicación”? Para mucha gente se trata de todo lo que dice, para una inmensa cantidad es todo lo que le llega, y para una mayoría creciente es lo que circula por los medios.
¿Te identificas con algunos de esos tres grupos? ¿O prefieres que sigamos buscando? Veamos: se trata de una herramienta poderosa. Ese invento humano que llamamos comunicación nos permite expresar ideas, compartir sentimientos, entendernos y lograr objetivos.
La verdadera comunicación requiere una conexión profunda entre quienes interactúan. Para que esta conexión se establezca, es necesario escuchar y comprender a la otra persona. En comunicación oral, por ejemplo, la pronunciación de las palabras, el tono de voz y los gestos tienen un gran impacto en cómo se percibe el mensaje.
La comunicación efectiva, que podríamos retomar en otro escrito, implica la capacidad de ponerse en el lugar del otro, es decir, comprender sus pensamientos y sentimientos, y responder de una manera que muestre esa comprensión. Cuando esto ocurre, la comunicación deja de ser un simple intercambio de palabras y se convierte en una interacción significativa que fortalece los lazos y permite un mejor trabajo en equipo.
Muchos estudios han demostrado que cuando las personas se sienten comprendidas y escuchadas, son más propensas a colaborar y aportar sus ideas para lograr objetivos comunes. Esto es especialmente importante en entornos donde la cooperación y la colaboración son esenciales, como en las familias, las empresas, las instituciones o las comunidades.
Peter M. Senge, por ejemplo, en su obra The fifth discipline, ofrece valiosas claves para que la comunicación ayude al logro de objetivos compartidos. Según Senge (2006), la comunicación es un componente clave para crear una visión compartida, ya que permite a las personas alinear sus intereses y trabajar juntas para alcanzar metas comunes. En cambio, sin una conexión sólida a través de la comunicación, la coordinación y el trabajo en equipo se vuelven muy difíciles.
Como ocurre con toda herramienta, la comunicación puede ser usada para bien o para mal. Ahora vivimos una tendencia generalizada a usar la comunicación de formas que no son buenas. No hay que buscar mucho para caer en la cuenta de personas y organizaciones que utilizan la comunicación para manipular, regularmente con el propósito de lograr “sus objetivos”.
Para ello escogen influenciar a otros y lograr que piensen o hagan algo que quizás no harían por sí mismos. La manipulación en la comunicación puede estar en todas partes: en las redes sociales, la radio, la televisión, en los diarios, en la inmensa diversidad de medios a la que nos exponemos todos los días. ¿Cómo lo hacen? Hay muchas maneras, pero aquí comparto tres de las más comunes:
1. Emociones fuertes. Muchas veces, quienes quieren manipular buscan provocar emociones fuertes como el miedo, la tristeza o la alegría. Esto sucede, por ejemplo, en anuncios que muestran imágenes tristes para que compremos algo “por nuestra seguridad” o “para cuidar a los demás”. Cuando sentimos emociones fuertes, es más probable que reaccionemos sin pensar demasiado.
2. Información incompleta o falsa. Muy frecuentemente ciertos medios de comunicación muestran solo una parte de la verdad o distorsionan los hechos para hacernos creer algo específico. Por ejemplo, en una noticia sobre un tema polémico, pueden dejar de lado opiniones que “desentonan” con lo que quieren que pensemos.
3. Personas famosas o influyentes. Muchas marcas y campañas eligen a personas famosas o “influencers” para que hablen de sus productos o ideas. Al ver que alguien famoso recomienda algo, sentimos que debemos hacer lo mismo, como si fuera garantía de que es bueno. Esto también puede ser una forma de manipulación, porque estamos basando nuestra decisión en la imagen de una persona y no en los hechos.
El tema alcanza para mucho. Aquí he compartido elementos básicos que pueden resultar de gran utilidad. Prometo retomarlo con recomendaciones que nos ayuden a estar alerta y a defendernos de acciones disfrazadas de comunicación para embaucarnos.