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El lado oscuro de hablar y escuchar

Por Néstor Estévez Hablar y escuchar es algo habitual. Lo aprendemos gracias a las denominadas neuronas espejo. Hablar y escuchar, a menos q...

Por Néstor Estévez


Hablar y escuchar es algo habitual. Lo aprendemos gracias a las denominadas neuronas espejo. Hablar y escuchar, a menos que tengamos condiciones particulares de nacimiento o adquiridas, son funciones comunes para todos los seres humanos.

Hablar y escuchar es parte esencial de la comunicación. Sin embargo, dependiendo del uso que les demos a esas facultades, desde mucho bien hasta mucho mal están incluidos entre los resultados que con ellas podemos obtener.

Todos creemos comunicar, y creemos que sabemos hacerlo. De hecho, el oficio de “comunicador” está muy “a la moda”. Pero, ¿realmente entendemos lo que significa “comunicar”? ¿Para qué usamos la comunicación? ¿Cómo la usamos al hablar y escuchar?

Para el filósofo y pedagogo estadounidense John Dewey, la comunicación es mucho más que la simple transmisión de información de un emisor a un receptor. Desde su enfoque, la comunicación es el proceso fundamental a través del cual se crea la vida social. Pero añade que además se mantiene y se enriquece (y agrego yo, o se empobrece) la sociedad. 

Según Dewey, lejos de ser un simple instrumento, la comunicación es la esencia misma de la experiencia compartida, la comunidad y la democracia. Dewey plantea que la comunicación no es un acto secundario, sino el cimiento de la existencia humana en sociedad. 

Sencillamente, sin la comunicación no sería posible compartir experiencias, creencias, aspiraciones y conocimientos, elementos indispensables para la formación de una cultura y una vida en común. En palabras de Dewey, la sociedad no solo existe por la comunicación, sino que existe en la comunicación.

La comunicación también es estudiada desde las corrientes funcionalistas y de efectos en masas. Estas teorías se centran en el poder de los medios de comunicación de masas y sus efectos en la audiencia. En ese ámbito destaca la denominada teoría de la “Aguja hipodérmica”. Este enfoque postula que los medios "inyectan" sus mensajes de manera uniforme en una audiencia pasiva y homogénea, generando una respuesta directa e inmediata.

Esta visión, aunque hoy se considera simplista, sigue siendo relevante en el análisis de la propaganda política, las campañas publicitarias agresivas y la difusión de noticias falsas (fake news), donde se busca un impacto directo y poco crítico en la población.

Una ayuda clave para entender mejor los usos de la comunicación la ofrece la Escuela de Frankfurt y su Teoría crítica. Como escuela de pensamiento, esa corriente aplicó una lente crítica al estudio de la comunicación y la cultura de masas, denunciando su rol en la perpetuación de las estructuras de poder.

Ellos acuñaron el término "industria cultural" para describir cómo la cultura se convierte en una mercancía estandarizada que pacifica a las masas, anula la crítica y refuerza la ideología dominante. Este enfoque se aplica en el análisis del discurso mediático para desvelar ideologías, en la crítica de la publicidad y el consumismo, y en los estudios sobre la concentración de medios y su impacto en la diversidad de voces y el debate democrático.

Pero más allá de elucubraciones teóricas, estos enfoques cuentan con aplicación práctica que termina condicionando la forma en que percibimos la realidad. Y ahí no para la cosa: también esos enfoques condicionan la manera en que nos relacionamos y socializamos, y concluyen dando forma a nuevas versiones de esa realidad.

Manifestaciones tan aparentemente sencillas como expresiones faciales, gestos, posturas, miradas, entre otras, están cargadas de contenido e inciden de manera determinante en procesos comunicacionales. Pero también temas como la distancia entre las personas o el contacto físico son parte clave de esas sutilezas que el común de la gente no suele asociar a los recursos comunicacionales. A eso debemos sumar el rol de aspectos como tono, timbre, velocidad, volumen, pausas, silencios, risas, durante hablamos. 

Penosamente, al hablar, la inmensa mayoría termina aplicando de manera inocente uno que otro modelo, con variados recursos. Hay quien, conociendo muy bien lo que tiene entre manos, se aleja de valores y termina “vendiendo su alma al diablo”, si es necesario. Y por fortuna hay quien asume la comunicación como ejercicio colectivo para reconstruir la experiencia y agregar valor. ¿Cómo haces al hablar? ¿Cuánto logras discriminar al escuchar? ¿E