Por Daygorod Fabián Sánchez El Autor es Educador y Comunicador Social de Villa Vásquez A partir de la llegada de Leonel Fernánde...
Por Daygorod Fabián Sánchez
El Autor es Educador y Comunicador Social de Villa Vásquez
A
partir de la llegada de Leonel Fernández a la presidencia de la República
Dominicana el cuerpo poblacional, dentro de los excesos y limitaciones, se prescribió
una idea de la forma de comunicar la política de los funcionarios y el máximo
gobernante del país.
Dicha
idea enervó la manera taciturna de expresarles a los conciudadanos los planes,
proyectos e intenciones del gobierno. El maquillaje de las realidades, que vivía
la nación, era perfecto tras el encubrimiento en términos bien rebuscados. Se invocaba
en cada discurso a la incredulidad de la
ciudadanía, de hecho aún se hace.
Pero
esa forma de gobernar y expresarse ante los ojos del pueblo cambió de forma
drástica tras el advenimiento de Danilo Medina a la presidencia de la
República. Una gran parte de la plaza humana, acostumbrada a los discursos
envoltorios de Fernández, crítica el poco contacto verbal que tiene Medina con
los gobernados.
Otros
concuerdan en la idea de que a pesar que aunque muchos de los temas ancestrales
continúan latentes en nuestro diario vivir, la forma del actual mandatario es
más cercana a la ciudadanía. Sea cercana o no lo cierto es que Danilo Medina se
comunica y actúa diferente a los gobernantes que hemos tenido; como dice la
frase “tiene su propio libro”.
Dudo
mucho que una persona como Danilo Medina formule sus estrategias en base a
vivencias improvisadas, sino que bien o mal contiene en cada paso que da una
noción de las causas y consecuencias de sus victorias e infortunios en el plano
político.
Para
entender mejor el párrafo que antecede a éste, apelaré a la eliminación de la
bruma, mediante la breve explicación de la Ley No. 9. En forma resumida el
designio adecuado es hacer más que decir.
Las
palabras pueden otorgar victorias momentáneas o efímeras, pero en el largo
plazo pierden su efecto y más aún cuando no se cumple lo que se prometió en
determinado momento. Las palabras se interpretan de conformidad a la visión de
cada persona que las escucha, por tanto podemos pensar en cierto instante que
lo que decimos es lo indicado, sin embargo resulta que no.
De
hecho ni el mejor de los argumentos tiene una base 100% sólida, capaz de
convencer a la mayoría y dejar conforme a los que interpelan y esperan
respuesta. Las palabras se pueden impugnar, se pueden contradecir, se les puede
contraargumentar, sin embargo las demostraciones no tienen refutación.
Sir
Christopher Wren fue un destacado matemático, astrónomo y físico inglés, que
más adelante en su vida se destacó como arquitecto. Sus obras muchas veces eran
objeto de modificaciones que pedían sus dueños, sin embargo el arquitecto y
matemático nunca se embaucó en una discusión con sus clientes.
En
cierta ocasión (1688) construyó un edificio para una Alcaldía, el Alcalde no se
sentía ni satisfecho ni seguro con la edificación, a raíz de que su oficina estaba
justo debajo de una de las plantas más equipadas del inmueble. Cuando el
regente le pidió que agregara dos columnas, Wren sabía que ésto carecía de
fundamentos, pero para no discutir las agregó, el funcionario quedó satisfecho;
pero fue años más tarde cuando se descubrió que las columnas quedaron a
milímetros de distancia del techo. Una estrategia ingeniosa para no dañar su
edificación y complacer al exigente gobernante de la ciudad.
Muchas
veces es mejor entender las obras (pocas o muchas) de los gobernantes que sus
palabras. Cada presidente tiene su estilo, Danilo Medina (con sus altas y
bajas, defectos y virtudes) no es la excepción.
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