Por Néstor Estévez Todavía debe retumbar en muchos oídos aquella expresión de Johnny Ventura, en el inicio de su conocido “Patacón pisa’o”...
Por Néstor Estévez
Todavía debe
retumbar en muchos oídos aquella expresión de Johnny Ventura, en el inicio de
su conocido “Patacón pisa’o”.
“Señore’, en
ambiente…” ¿Qué les parece si hacemos la clave?, iniciaba diciendo el Caballo
Mayor, antes de invitar al pianista a “montarse” en el patrón rítmico que
acababa de iniciar con voces y palmadas.
Referir una
clave para Santiago Rodríguez, tierra de músicos, es algo que trasciende a ese
enfoque y hasta al relacionado con las conocidas claves de “sol”, “fa” y “do”.
Lo valioso de
la clave es que, ya sea como patrón rítmico o como signo indicador de la altura
de la música escrita, sirve para trazar la pauta en relación a diversos
aspectos de lo que ha de ocurrir para el logro de un determinado propósito.
A Santiago
Rodríguez le urge una clave de cara a encaminar planes, programas y acciones
con orientación a lograr auténtico desarrollo territorial.
Es bien
sabido que muchos prefieren medir el desarrollo por la altura de las edificaciones
o por la cantidad de vehículos. Otros escogen medirlo por la cantidad de dinero
que circule, independientemente del origen y la distribución del mismo.
Por fortuna,
desde hace más de cuatro décadas, la humanidad cuenta con esclarecidas bases
para lo que se ha convenido en denominar “desarrollo humano”.
Amartya Sen organiza
los enfoques del desarrollo humano en dos grandes grupos: uno que él denomina
el de las “teorías duras”, que consideran el desarrollo como “un proceso
estrictamente económico”, con sacrificio de la generación actual; y otro que el
especialista llama de las “teorías amables del desarrollo”.
Según el
reputado economista, en ese segundo grupo se considera el desarrollo “como un
proceso amigable, destacando la cooperación entre los individuos y para consigo
mismos”. Amartya Sen incluye en esa modalidad “las reflexiones sobre el
desarrollo sostenible, las teorías del capital humano y capital social, el
enfoque de la satisfacción de las necesidades humanas y, finalmente, el
desarrollo humano”.
En un escrito
breve no alcanza para entrar en muchos detalles. Pero sí para recordar que,
desde antes de declarar a Santiago Rodríguez como provincia, hace más de siete
décadas, los recursos maderables comenzaron a ser explotados de manera
inmisericorde y para beneficios muy particulares.
Vale recordar
que a esa etapa le han continuado otras no muy diferentes. Primero, el cultivo
de maní, hasta que, por decisión de los compradores, dejó de ser negocio. Muy
parecido ocurrió con el tabaco. Y con ciertas similitudes sigue evolucionando
la actividad ganadera.
De manera
paralela, tres aspectos se han logrado mantener como características del
territorio: la extraordinaria riqueza hídrica, la herencia taína del casabe y
la capacidad para acoger de las personas de Santiago Rodríguez.
Mucho se ha explicado,
usando una lógica simple, que el avance se logra respondiendo a tres preguntas:
¿Qué tenemos? ¿Qué queremos? Y ¿Qué hacer con lo que tenemos para conseguir lo
que queremos?
A ello vale
sumar una cuarta, que puede ser segmentada en tres: en Santiago Rodríguez,
¿quién se ha hecho esas preguntas? ¿Han sido socializadas y consensuadas las
respuestas? ¿Quiénes han motorizado planes, programas y acciones con vistas a
avanzar?
Mientras se
“pinta pajaritos en el aire” o mucha gente se contenta con las “teorías duras”,
muchos emprendimientos han ido dejando de ser negocio, otros van en camino a
dejar de serlo, el agua es cada vez menos, se “importa” yuca para fabricar
casabe.
Eso es solo parte
de una larga lista, incluyendo elementos tenebrosos, que describe la realidad y
el futuro de Santiago Rodríguez. Por fortuna, nuestra gente todavía mantiene
esa extraordinaria capacidad para acoger.
Solo falta
que el liderazgo, incluyendo a quienes se creen líderes, con ciertas
posibilidades de llegar a serlo, entienda que la clave fundamental para el
avance de un territorio, además de poner foco en sus potencialidades y
oportunidades, está relacionada con la construcción de consensos.
Sin
consensos, ni el patrón rítmico ni la altura de las notas se convierten en concierto.
Sin consensos, la “avivatería” y el “sálvese quien pueda” siguen “de risitas”.
Con consensos, Santiago Rodríguez contará con “menudo de sobra” porque se
inscribirá en las “teorías amables del desarrollo”. Con consensos se garantiza
bienestar y felicidad.